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Last updated: 1 noviembre 2024

¿Y si Inglaterra dejara de conducir por la izquierda y empezaría a hacerlo por la derecha?

Es perfectamente posible que un país cambie el sentido de la circulación y pase a conducir por la izquierda en vez de hacerlo por la derecha. En los años 60 y 70, Suecia, Islandia, Nigeria y Ghana desviaron el tráfico a la derecha sin mayor problema. Pero ¿conducirá algún día Gran Bretaña por la derecha? Parece muy poco probable, pero supongamos por un momento que el Reino Unido quiere empezar a conducir por la derecha.

¿Cuáles serían las ventajas y los inconvenientes?

Las ventajas del cambio

  • Conducir por la derecha equipararía a los países que conducen por la izquierda con la mayoría de los demás países del mundo, eliminando gran parte de la confusión del tráfico y las situaciones peligrosas en el extranjero.
  • Conducir por la derecha facilitaría los viajes en países donde se conduce por la derecha al alquilar o coger un coche.
  • Los coches con volante a la izquierda suelen ser más baratos porque se fabrican en serie. Los coches con volante a la derecha se producen en menor número y requieren más tiempo de ingeniería, por lo que son inevitablemente más caros. Por eso los coches son mucho más baratos en la Europa continental que en el Reino Unido o Irlanda.

Las desventajas del cambio

  • En 1969, el Gobierno británico estimó en 264 millones de libras, unos 6.000 millones de libras actuales (unos 7.700 millones de euros o 7.700 millones de dólares), la carga financiera que supondría el cambio al automóvil privado. Pero esta estimación se consideraría hoy ridículamente conservadora. Desde entonces, la red de carreteras y el nivel de sofisticación de la red y su infraestructura de control han evolucionado considerablemente. Hace unos años, la Automobile Association del Reino Unido calculó que la simple sustitución de los kilómetros por millas en las señales de tráfico británicas costaría unos 1.000 millones de libras.
  • Al principio, todos los coches seguirían teniendo el volante a la derecha, por lo que los conductores se encontrarían más alejados del centro de la carretera.
  • Inmediatamente después del cambio, podría plantearse un problema de seguridad: los hábitos de conducción están arraigados y podría llevar algún tiempo acostumbrarse a las nuevas disposiciones. Esto podría ser especialmente cierto en el caso de los usuarios de más edad, menos capaces de adaptarse a las nuevas condiciones.
  • Todos los autobuses tendrían que ser reconstruidos, pues de lo contrario tendrían que dejar a los pasajeros en medio de la carretera.

¿Cómo funcionaría?

  • Las marcas viales y las señales tendrían que trasladarse al otro lado de la carretera, pero prepararse antes del día del cambio. Deberán permanecer cubiertas hasta el día del cambio.
  • Habría que reconfigurar las calles de sentido único.
  • Deberían cambiarse los semáforos.
  • Aproximadamente uno de cada diez cruces de autopista tendría que desenterrarse y reconstruirse porque son asimétricos o están incompletos.
  • Las rampas de acceso que eran carriles de desaceleración pasarían de repente a utilizarse para acelerar, lo que obligaría a ampliar su longitud y viceversa.
  • El cambio tendría que hacerse de noche, y habría que prohibir todo el tráfico privado durante varias horas para que los obreros descubrieran las nuevas señales.
  • Inmediatamente después del cambio, habría que reducir el límite de velocidad en las zonas urbanas durante quince días como medida de seguridad.
  • Para algunos automovilistas (sobre todo los mayores), sería necesario un programa de reciclaje para familiarizarlos con las rotondas en sentido contrario a las agujas del reloj, las curvas a la izquierda que cortan el tráfico en sentido contrario, etc.